martes, 1 de julio de 2008

esquicio

Una gotita, dos gotitas. Tres gotas.

Lisandro mira sus manos. Las apoya sobre la baranda de madera del porche verde oscuro.
Sus dedos son largos. “Larguísimos”, dice siempre Silvia.

Diez gotitas. Cuenta.

Del techo de chapa caen y suenan cuando aterrizan justo en sus uñas. Y a Lisandro le gusta esa sensación. Como si fuera un niño, como si fuera tonto.

Cuarenta y un gotitas.

“¡El plomero! Lisandro” Silvia gritando, gritando.
Seca sus uñas en la camisa a cuadros que lleva puesta, la camisa que lava Silvia a la noche, la camisa que más le gusta.

Cuarenta y dos gotitas.

Falta media hora para que pase su compañero de trabajo a buscarlo. “Los otros vecinos se rascan”, casi dice, casi un susurro.

… gotitas.

Y también le gusta pasar la lengua por todos los compartimentos de su boca, y así devuelta las tostadas con mermelada casera (la que hace Silvia).

“¡Pero cuando vas a llamar al plomero Lisandro!”

Se chupa un dedo. “Qué frío”

Mil gotitas.

Le encantaría que su mujer salga y lo bese. “Como en las películas”.
Pero nunca van al cine.

Los bocinazos: Lisandro se levanta y se va.

Un millón de gotitas.

2 comentarios:

Favio Lopez dijo...

hahaha Gracias por pasar!
y gracias desde ya por El doble. Andube viendo algo de dostoyevsky... yyy que groxo que es Gondry!!! I love him (creo que se dice asi (?))

Che! otra cosa! Ustedes piensan hacer o utilizar algun/os efecto/s en su situaciÓn??

vic dijo...

ay, marlene

un millón de gotitas.