jueves, 17 de abril de 2008

Dos descripciones, visiones distintas del pelo de la persona amada

"Plumas", Carver
"Fran es como una gran vaso de agua. Con ese pelo rubio que le cae por la espalda. Cogí parte de su cabello y lo olí. Hundí lara en él y la abracé más fuerte.
A veces, cuando el pelo le cae por delante, tiene que recogerlo y echárselo por encima del hombro. Eso la pone furiosa.
-Este pelo- die- no me da más que molestias.
Fran está empleada en una lechería, y en el trabajo tiene que llevar el pelo recogido. Ha de lavárselo todas las noches, y se lo cepilla cuando estamos sentados delante de la televisión. De vez en cuando amenaza con cortárselo. Pero no creo que lo haga. Sabe que me gusta mucho. Que me vuelve loco. Le digo que me enamoré de ella por su pelo. Que, si se lo cortara, posiblemente dejaría de quererla. A veces la llamo "Sueca". Podría pasar por sueca. En los momentos que pasábamos juntos las noches, cuando se cepillaba el pelo, decíamos en voz alta las cosas que nos gustaría tener."


"La cabellera", Baudelaire

¡Oh vellón, que rizándose baja hasta la cintura!
¡Oh bucles! ¡Oh perfume cargado de indolencia!
¡Éxtasis! Porque broten en esta oscura alcoba
Los recuerdos dormidos en esa cabellera,
La quiero hoy agitar, cual si un pañuelo fuese.

Languidecientes asias y áfricas abrasadas,
Todo un mundo lejano, ausente, casi muerto,
Habita tus abismos, ¡arboleda aromática!
Tal como otros espíritus se pierden en la música,
El mío, ¡oh mi querida!, navega en tu perfume.

Lejos iré, donde árbol y hombre, un día fuertes
Fatalmente se agostan bajo climas atroces;
Firmes trenzas, sed olas que me arranquen al fin.
Tu albergas, mar de ébano, un deslumbrante sueño
De velas, de remeros, de navíos, de llamas:

Un rumoroso puerto donde mi alma bebiera
A torrentes el ruido, el perfume, el color;
Donde naos surcando el oro y el moaré,
Abren inmensos brazos para estrechar la gloria
De un puro cielo, donde vibre eterno calor.

Y hundiré mi cabeza sedienta de embriaguez
En ese negro océano, donde se encierra el otro,
Y mi sutil espíritu que el vaivén acaricia
Os hallará otra vez, ¡oh pereza fecunda!
¡Infinitos arrullos del ocio embalsamado!

Oh cabellos azules, oscuros pabellones
Que me entregáis, inmensa, la bóveda celeste;
En las últimas hebras de esas crenchas rizadas,
Confundidos, me embargan los ardientes olores
Del aceite de coco, del almizcle y la brea.

Durante edades, siempre, en tu densa melena
Mi mano sembrará perlas, rubíes, zafiros,
Para que el deseo mío no puedas rechazar.
¿No eres, acaso, oasis donde mi sueño abreva
A sorbos infinitos el vino del recuerdo?

1 comentario:

Ana Makarovsky dijo...

marlene, me gustaria que veas las fotos que subi recien a ver que opinas, y asi me ayudas un poco!! gracias!