jueves, 22 de mayo de 2008

reflexión sobre la teórica de Eugenia- La metáfora.

“¿Cómo no me suicido frente a un espejo y desaparezco para reaparecer en el mar donde un gran barco me esperaría con las luces encendidas?”
Intenté recordar el texto que Eugenia puso al comienzo de la teórica, no puedo.
Sin embargo buscando encontré esta frase de Alejandra Pizarnik. Y no lo puedo creer. Es perfecta. Encierra todo. ¡Señores, una metáfora!
¿Cuánto cuenta una metáfora? ¿Hasta donde cuenta?
“De algo pequeño se puede contar algo”. Y de algo inmenso. Y del mar. Y del espejo.
La metáfora pone en diálogo. Genera diálogo. Genera relaciones. Las cosas no son por sí solas sino en relación.
Como en los sueños. Como un personaje que sufre de narcolepsia.
Entonces aparece la imagen: como disparador, como descripción, como interpretación.
Aparece otra cosa. Es un signo.
Tiene fuerza. Y se define con respecto a los otros.
Me retrato con respecto a lo que retrato del otro. Me niego del otro, me afirmo en el otro.
Encontrar los elementos significantes. Encontrar el sonido del caracol. Encontrar el caracol, ese y no otro. Encontrar la especificidad y la universalidad. Lo general, lo único.
¿Como hacer hablar a las cosas? ¿Cuándo hablan? ¿Cuándo hay tema?
¿Qué elementos se repiten? ¿Qué cambia? ¿Dónde encuentro un ritmo?
Y entonces Eugenia lee las últimas frases de El Guardián entre el Centeno. Y dice: Escribir salva. El tema.
La salvación…. Otra metáfora.
Y nos pregunta o se pregunta, o a quien sabe qué: ¿Un retrato te puede cambiar la vida?
Rescribo dos de mis pasajes favoritos de la novela:
“El crío era graciosísimo. Iba por la calzada en vez de por la acera, pero siguiendo el bordillo. Trataba de andar en línea recta como suelen hacer los niños, y tarareaba y cantaba todo el tiempo. Me acerqué a ver que decía y era esa canción que va: “Si un cuerpo coge a otro cuerpo cuando van entre el centeno.” Tenía una voz muy bonita y cantaba porque le salía del alma, se le notaba. Los coches pasaban rozándole a toda velocidad, los frenos chirriaban a su alrededor, pero sus padres seguían hablando como si tal cosa. Y él seguía caminando junto al bordillo y cantando: “Si un cuerpo coge a otro cuerpo, cuando van entre el centeno”. Aquel niño me hizo sentir mucho mejor. Se me fue toda la depresión.”
“Nada cambiaba. Lo único que cambiaba era uno mismo. No es que fueras mucho mayor. No era exactamente eso. Sólo que eras diferente. Eso es todo”

1 comentario:

lucas granero dijo...

marlene,
fijate en el blog que subí el video. por si lo queres ver de nuevo, digo.
salud!